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Angela Dyer-Corso
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La experiencia del paciente anestésico puede ser observada desde tres puntos de vista. Hay estrés y ansiedad asociado a estar afuera de su hogar y en un ambiente extraño. Hay dolor que se asocia con la extracción de sangre, colocación de catéteres, y procedimientos quirúrgicos. Y el tema fundamental de la seguridad del paciente: debe sobrevivir el evento sin ninguna consecuencia negativa. El estrés y la ansiedad pueden ser controlados con medicamentos sedantes. El alivio del dolor se relaciona también con este problema porque el dolor aumenta el estrés y la ansiedad del paciente. La comodidad del paciente requiere del uso apropiado de los analgésicos. El apoyo con fluidos juega un papel importante en mantener la comodidad óptima del paciente. La deshidratación disminuye la sensación de bienestar del paciente. También al suplir calor ayuda a mejorar la comodidad del paciente y juega un papel importante en la seguridad del mismo. La seguridad del paciente va más allá que sencillamente su supervivencia. Se deberían realizar todos los procedimientos de apoyo para evitar cualquier daño tisular al nivel de los órganos. El control permanente del paciente permite detectar tendencias problemáticas antes de que se transformen en consecuencias graves. La anestesia balanceada nos permite minimizar el riesgo del paciente, maximizar la comodidad y seguridad del paciente. Los objetivos de la anestesia balanceada son calmar al paciente, minimizar el dolor y reducir los efectos adversos asociados con los agentes anestésicos y analgésicos. Calmar el paciente es importante porque permite facilitar el manejo y disminuir la cantidad de estrés del paciente. Como todos sabemos, el estrés puede producir taquicardia, taquipnea, hipertensión y otras consecuencias de la liberación de catecolaminas; todos ellos perjudican al paciente anestesiado. El estrés y la ansiedad contribuyen en el proceso nociceptivo del dolor. Algunos ejemplos de medicamentos que calman al paciente son la acepromacina, el diazepam o midazolam y la medetomidina. El dolor se asocia con ambos la cirugía electiva y el trauma. En humanos, especialmente el paciente pediátrico, se ha demostrado que el dolor provoca un retardo en el proceso de cicatrización, disminución del apetito y contribuye a la mortalidad. La mejor manera de controlar el dolor es pararlo antes de que se inicie. Analgésicos apropiados pueden ayudar también el calmar el paciente y disminuir la necesidad de dosis más altas de anestésicos inhalados. Algunos ejemplos de analgésicos son: opioides (como la morfina, buprenorfina, butorfenol, y fentanilo), antinflamatorios no esteroides (como el carprofeno, meloxicam, y ketoprofeno), anestésicos locales (como la lidocaína, y bupivacaína) y los antagonistas del receptor NDMA (ketamina). Todas las drogas tienen la posibilidad de afectar adversamente al paciente. Algunos de los efectos negativos más profundos de la anestesia pueden ser causados por los anestésicos inhalados. Mientras que estas drogas son muy útiles y generalmente tienen un margen de seguridad muy alto; con el uso apropiado de agentes tranquilizantes y analgésicos, puede ser reducida drásticamente su dosis y concomitantemente la tendencia a producir efectos adversos. La mejor aproximación a un protocolo balanceado involucra la evaluación individual del paciente y el procedimiento, de manera de poder planificar el evento anestésico. Casi todos los pacientes deberían ser premedicados con un analgésico +/- un tranquilizante. Un agente apropiado de inducción debería ser seleccionado para inducir la anestesia rápidamente y permitir una entubación rápida. Luego el mantenimiento anestésico puede ser obtenido con un agente inhalado. El mantenimiento también puede obtenerse por infusión a velocidad constante con algunas drogas (por ej. propofol), pero usualmente se reserva para circunstancias especiales. |
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